Lo que debía ser una jornada de protesta pacífica en el corazón de la ciudad se transformó en un escenario de violencia desmedida. Este miércoles, los jubilados, cansados de la precariedad y del veto presidencial a una ley que mejoraría sus haberes, se concentraron una vez más frente al Congreso. La idea era marchar hasta Plaza de Mayo, pero la Policía Federal tenía otros planes.



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La concentración comenzó cerca de las 15 horas, en un ambiente de calma y reivindicación. Sin embargo, al intentar avanzar por Avenida Rivadavia, los manifestantes se encontraron con una respuesta brutal por parte de las fuerzas de seguridad. Gases lacrimógenos, balas de goma, palos y empujones con escudos fueron la respuesta ante el simple hecho de reclamar por un derecho básico: una jubilación digna.
Esta no es la primera vez que sucede. La semana pasada, una movilización similar fue también reprimida de manera violenta. Hoy, nuevamente, un fuerte operativo antipiquete se desplegó para contener a los jubilados, quienes solo buscaban hacerse oír.
En medio del caos, Carmen, una jubilada de Boulogne, expresó su indignación: “Este es un atropello a la gente. Es una vergüenza que estamos viviendo en esta Argentina grande y potente. Vengo a reclamar porque no me alcanza el sueldo de jubilada. ¿A usted le parece que nos pueden tratar de la forma que nos están tratando? Le pido al pueblo argentino que salga a la calle. Que no tenga miedo. Estoy acá sin miedo. No me interesa que me hayan echado gas lacrimógeno ni nada”.
Las palabras de Carmen resuenan con fuerza, reflejando el sentimiento de muchos que se vieron agredidos sin motivo. Francisco Bellomo, otro jubilado, compartió su experiencia: “Estaba participando de la movilización pacíficamente y empezaron a reprimir. Son cobardes, golpean a los más viejitos. Buscan a quién golpear. Me buscó y me tiraron gas en la cara. Soy jubilado y no nos quieren dar un aumento de 17 lucas”.
El relato de Ester es igualmente desgarrador: “Estoy muy asustada. Me duele mucho la garganta y la nariz. No estaba haciendo nada. Estaba apoyada porque me dolían las piernas y estos hijos de puta sin más vinieron y me tiraron. No hacía nada”.
Cada testimonio es un grito desesperado, un pedido de auxilio frente a una situación que no debería ocurrir en un país que se enorgullece de ser democrático. La represión a los jubilados, personas que han trabajado toda su vida y ahora solo buscan vivir con dignidad, es un reflejo de una realidad que muchos prefieren ignorar.
Hoy, la violencia fue la protagonista en las calles de Buenos Aires, pero la lucha de estos jubilados por una vida digna no se detiene. “Es injusto esto. ¿Por qué pasa esto? Yo vine a defender mi derecho y el de todos”, dijo otro manifestante, antes de ser silenciado por los gases y el dolor.
La Argentina que muchos sueñan es una en la que todos, especialmente quienes ya han dado tanto, puedan vivir sin miedo y con la dignidad que se merecen. Pero hoy, esa Argentina parece estar más lejos que nunca.