


6 minutos de lectura

La relación entre Rusia y el Reino Unido atraviesa uno de sus momentos más críticos en décadas. En un nuevo episodio de tensión diplomática, Moscú expulsó a dos diplomáticos británicos bajo acusaciones de espionaje, mientras que un alto funcionario cercano a Vladimir Putin amenazó con confiscar activos británicos en suelo ruso.
El Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia (SVR) lanzó un comunicado mordaz, calificando al Reino Unido de “principal belicista global” y acusándolo de intentar frustrar los esfuerzos de Donald Trump por negociar la paz entre Rusia y Ucrania. Esta escalada verbal refleja el creciente antagonismo entre ambos países, en un contexto donde Londres parece haber asumido el papel de enemigo público número uno de Moscú.
Un conflicto con raíces históricas
La animosidad entre Rusia y el Reino Unido no es nueva. A lo largo de los siglos, Londres ha sido señalada recurrentemente como un actor clave en la oposición a los intereses rusos. Desde la Guerra de Crimea en el siglo XIX hasta la Guerra Fría, pasando por las acusaciones de sabotaje en suelo británico en los últimos años, la desconfianza mutua ha sido una constante.
En esta ocasión, las declaraciones del primer ministro Keir Starmer sobre el posible despliegue de tropas británicas en Ucrania han exacerbado la ira del Kremlin. Además, su presión sobre Trump para que mantenga el apoyo a Kiev y la organización de reuniones de la llamada “coalición de los dispuestos” han sido interpretadas en Moscú como una estrategia para mantener vivo el conflicto.
El canciller ruso, Sergei Lavrov, acusó a Starmer de alimentar las tensiones en un momento en que Trump busca una salida negociada. En paralelo, las expulsiones de diplomáticos británicos han reducido drásticamente el personal de la embajada en Moscú, aumentando la incertidumbre sobre el futuro de las relaciones bilaterales.
Acusaciones cruzadas y represalias
El Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB) justificó la expulsión de los diplomáticos británicos alegando actividades de espionaje, acusaciones que Londres rechazó de inmediato por considerarlas “infundadas”. En respuesta, el gobierno británico tomó represalias expulsando a un diplomático ruso y a su cónyuge, una medida que refleja la creciente hostilidad entre ambos países.
Las tensiones no se limitan al ámbito diplomático. En el Reino Unido, las autoridades han identificado múltiples operaciones de espionaje y sabotaje presuntamente orquestadas por Moscú. Desde el envenenamiento del exespía Alexander Litvinenko en 2006 hasta ataques con el agente nervioso Novichok en Salisbury en 2018, Londres ha acusado reiteradamente a Rusia de operar en suelo británico con una agresividad inusual.
Golpes económicos y amenazas de confiscación
El impacto del conflicto se extiende al plano económico. Desde el inicio de la guerra en Ucrania, el comercio entre el Reino Unido y Rusia se ha desplomado de más de 16.000 millones de libras en 2021 a apenas 2.000 millones en 2023. Empresas británicas como BP han sufrido enormes pérdidas al salir del mercado ruso, mientras que otras, como AstraZeneca y GlaxoSmithKline, aún mantienen operaciones en el país.
En un tono desafiante, Vyacheslav Volodin, un importante aliado de Putin, sugirió que los activos británicos en Rusia podrían ser confiscados como represalia por los fondos rusos congelados en el Reino Unido, los cuales han sido redirigidos en parte a Ucrania.
El rol de Londres en la guerra de Ucrania
Para Moscú, el Reino Unido ha asumido el papel de “locomotora” en la asistencia militar a Ucrania, impulsando el respaldo occidental a Kiev en momentos clave. Fue el primer país en suministrar tanques de batalla y misiles de largo alcance a las fuerzas ucranianas, una decisión que enfureció al Kremlin.
La retórica belicista de algunos legisladores rusos ha escalado hasta el punto de insinuar ataques directos contra el Reino Unido. En enero, el excomandante militar y legislador pro-Putin, Andrei Gurulyov, declaró en televisión que, si Gran Bretaña lanzaba ataques con misiles contra territorio ruso desde Ucrania, sería una razón válida para “hacer que el Reino Unido deje de existir”.
Mientras Rusia continúa su ofensiva en Ucrania y busca posicionarse estratégicamente frente a la posible reelección de Trump, la nueva dinámica de su política exterior ha dejado a Londres en una posición de mayor vulnerabilidad. La hostilidad creciente y la retórica nacionalista sugieren que la disputa está lejos de amainar, y que el Reino Unido podría enfrentar aún más represalias por su firme postura contra Moscú.