Progresar en picada: cómo se desmantela, silenciosamente, una política pública clave para los jóvenes

El Gobierno recortó brutalmente el programa Progresar: eliminó medio millón de becas, licuó el poder adquisitivo y proyecta más ajustes para 2025, dejando a miles de jóvenes sin respaldo para estudiar.

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El dato no surge de ninguna filtración ni denuncia partidaria, sino de un informe detallado del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), que pone blanco sobre negro lo que muchos jóvenes ya sienten en el bolsillo, y en las oportunidades perdidas.

De becarios a excluidos

Cuando se lanzó en 2014, Progresar tenía un objetivo claro: acompañar económicamente a estudiantes de entre 18 y 24 años que quisieran terminar el secundario, cursar una carrera o hacer un oficio, pero que no podían costearlo. Desde entonces, el programa fue una herramienta valiosa para sostener trayectorias educativas que, de otro modo, podían truncarse.

Hoy, ese respaldo tambalea. El gobierno libertario no solo redujo la cantidad de beneficiarios a un millón –cuando el propio Presupuesto 2025 habla de 1,5 millones como meta–, sino que mantuvo congelado el monto de la beca durante todo un año, justo cuando la inflación volaba. El resultado es brutal: la beca perdió más de la mitad de su valor real respecto a 2023.

Para graficarlo con números: si se quisiera recuperar el poder adquisitivo que tenía en abril de 2015, cada estudiante debería cobrar hoy $127.186 mensuales. En cambio, apenas recibe $35. No falta un cero, ni dos. Sobran los discursos sobre meritocracia.

Un ajuste que no da la cara

El recorte en Progresar no se muestra con bombos ni cadenas nacionales. Es un ajuste que opera en silencio, entre formularios que no se aprueban, notificaciones que no llegan y jóvenes que abandonan el estudio porque simplemente no les alcanza. La lógica del recorte no es nueva, pero la profundidad y la velocidad con la que se ejecuta sí lo son.

Entre 2019 y 2025, el número de becarios cayó sostenidamente. Pero desde diciembre de 2023, esa caída se transformó en derrumbe. Con menos beneficiarios y menos dinero para cada uno, el componente presupuestario del programa fue licuándose. Así, lo que alguna vez fue una política social emblemática hoy es una sombra pálida de lo que supo ser.

¿Qué se pierde cuando se recorta Progresar?

No se trata solo de un número más en el Excel del ajuste. Se pierde presente y se compromete el futuro. Cada joven que deja de estudiar por falta de recursos es una oportunidad menos de construir una sociedad más justa, más preparada, más equitativa.

Porque, seamos claros: no se sale adelante solo con voluntad. El mérito sin condiciones materiales es apenas un eslogan vacío. Y hoy, el Estado le está soltando la mano a miles de pibes y pibas que lo único que quieren es terminar el secundario, seguir una carrera o aprender un oficio.

Conclusión: ajuste que duele, futuro que se achica

Mientras el discurso oficial insiste en que “no hay plata”, la realidad muestra que el recorte no es pareja ni neutral. Que hay sectores –como los estudiantes más vulnerables– que pagan un costo altísimo. Y que detrás de cada ajuste, hay un rostro, una historia, una beca que ya no alcanza.

Progresar está en terapia intensiva. Y si no se revierte la tendencia, lo que está en juego no es solo un programa, sino el derecho de miles de jóvenes a soñar con un futuro mejor.

Porque en la Argentina que viene, o se invierte en educación, o se profundiza la exclusión. No hay mucho misterio.