Según confirmaron fuentes judiciales, la mujer –que estaba bajo tratamiento psiquiátrico– primero atacó a su pareja, Bernardo Adrián Seltzer, de 53 años, mientras dormía.



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Luego fue al cuarto donde dormían sus hijos, Ian e Ivo, de 13 y 15 años. Uno de ellos intentó escapar, herido, pero fue alcanzado y asesinado en el comedor. El otro murió en el pasillo, intentando huir.
Las autopsias confirmaron que Seltzer recibió tres puñaladas, mientras que los chicos sufrieron entre 10 y 12 heridas cada uno, varias de ellas defensivas. Laura, en tanto, tenía una herida profunda en el pecho, cortes en las muñecas y signos de haber forcejeado con sus hijos: se hallaron cabellos ajenos entre sus dedos y restos de una uña clavada en su cuello.
La escena fue descubierta por la empleada doméstica de la familia, que ingresó con sus propias llaves al departamento de Aguirre 295. No había signos de violencia en el ingreso. Sí se encontraron elementos claves: una carta escrita con letra errática y manchada de sangre, una notebook tirada en el suelo, y el celular de Laura con un “garabato” trazado con sangre, que se cree es el patrón de desbloqueo del equipo.
La carta decía: “Todo mal fue mucho. Los amo. Mal. Perverso”. Un mensaje confuso, como su letra, que mezcla imprenta, cursiva y desorden. Según los peritos, fue redactada tras cometer los crímenes.
Una vida digital que no anticipaba el horror

En las redes sociales, Laura Leguizamón mostraba otra cara. Era activa en Instagram, con más de 2.400 publicaciones y 1.600 seguidores. Allí compartía viajes, salidas y reflexiones personales. Su último posteo fue de marzo: unas vacaciones fugaces en Mar del Plata con sus hijos y sus padres. “Un Mar del (Plata) exprés. Se activó. Se canceló. Se cambió, se hizo lo que se pudo. Es lo que hay”, escribió.
También había posteado reels sobre el crimen de Kim Gómez, la niña asesinada en La Plata. El 27 de febrero, publicó una imagen en un parque acuático: “366 días al año con los chicos. 50 años. Y entera. Con sueño hace 15 años. Pero acá estoy. Firme junto al pueblo. Qué bueno nací en Lanús y no me ahogo en un vaso de agua”.
Al parecer, para muchos de su entorno, esa era la Laura conocida: fuerte, activa, presente. Pero por dentro, algo se quebraba. Paula, la encargada del edificio, la recuerda entre lágrimas: “Siempre feliz, siempre hermosa. Nunca pensé que estaba en tratamiento”.

¿Qué lleva a una madre a matar a su familia?
El psiquiatra forense Enrique De Rosa Alabaster explicó que estos hechos suelen estar ligados a brotes psicóticos o episodios de desconexión total con la realidad. “No es que las enfermedades mentales estén sobrerrepresentadas en los homicidios, pero cuando ocurren tragedias así, suele haber una lógica alterada: creen que es la única salida, incluso un acto altruista”.
Las autoridades encontraron en el departamento varias cajas de medicación psiquiátrica: sertralina, olanzapina y otros psicofármacos. Todo apunta a que Leguizamón atravesaba un cuadro mental grave.
Mientras el Ministerio Público Fiscal avanza en la reconstrucción de lo sucedido, el dolor queda instalado. La comunidad educativa de Ian e Ivo no sale del asombro. Y la pregunta que todos se hacen es: ¿cómo algo tan espantoso puede haber estado gestándose detrás de una sonrisa?
El caso de Villa Crespo no solo deja una tragedia familiar irreparable, sino también un llamado urgente a mirar más allá de las apariencias. Porque a veces, el dolor más profundo no grita. Se esconde en fotos felices. Y estalla, cuando ya es demasiado tarde.