Los mercados asiáticos amanecieron con el pie izquierdo y se fueron a pique este lunes, sacudidos por el impacto de los nuevos aranceles impuestos por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.



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Las bolsas de Tokio, Seúl, Taiwán y Sídney se desplomaron en una jornada que ya muchos bautizan como el “lunes negro” de 2025.
El epicentro del temblor financiero fue, una vez más, la Casa Blanca. La decisión de Trump de imponer un impuesto del 10% a todas las importaciones —con subas previstas para algunos países, como China y la Unión Europea— encendió las alarmas. En palabras del propio mandatario: “A veces hay que tomar la medicina para arreglar algo”. Pero la “medicina” cayó pesada, y el mundo entero se atragantó.
En Japón, el índice Nikkei 225 se desplomó un 7,35% en la rueda matutina, una caída feroz que se suma al retroceso del 2,75% registrado el viernes. El derrumbe fue tan pronunciado que la Bolsa de Osaka activó el “circuit breaker”, un mecanismo que frena automáticamente las operaciones cuando las pérdidas superan los límites tolerables. El TOPIX, otro índice clave, también fue suspendido por exceso de caídas.
Corea del Sur tampoco zafó: el KOSPI bajó un 5%, mientras que en Taiwán la apertura mostró un desplome aún más violento, del 9,8%. En Australia, el S&P/ASX 200, que agrupa a las 200 empresas más grandes, perdía más de un 6% en los primeros minutos de la jornada.
Las órdenes de venta se dispararon por la creciente preocupación de una recesión mundial, producto de lo que muchos ya llaman una guerra comercial en toda regla. Y no es para menos: China respondió con aranceles del 34% a productos estadounidenses, lo que alimenta aún más la tensión y el pánico en los mercados.
Los contratos futuros en Wall Street ya mostraban lo que se viene: el Dow Jones perdía 1.405 puntos (un 3,7%), el S&P 500 caía 4,3% y el Nasdaq —índice estrella del sector tecnológico— se desplomaba 5,4%. Las cifras son alarmantes y hablan de una prolongación de la debacle iniciada el viernes, cuando el S&P se hundió un 6%, el peor resultado desde la pandemia.
En la Casa Blanca, los funcionarios intentan ponerle buena cara al caos. Scott Bessent, secretario del Tesoro, negó que haya motivos para hablar de recesión. “Más de 50 países ya se acercaron a negociar”, dijo, en un intento de calmar las aguas. Pero el secretario de Comercio, Howard Lutnick, fue más tajante: “Los aranceles no se van a levantar por días o semanas”.
Mientras tanto, otro indicador clave encendía luces rojas: el índice VIX, que mide la volatilidad en Wall Street, se disparó un 109% la semana pasada. Se trata del tercer mayor salto en 35 años. Traducido: los inversores están con los pelos de punta.
Ni las criptomonedas escaparon a la tormenta. El bitcoin, que el viernes parecía mantenerse en pie, se desplomó el fin de semana, reflejando que ni los activos digitales están inmunes a la desconfianza generalizada. El miedo a una recesión empieza a instalarse con fuerza, y el mundo financiero entra en estado de alerta máxima.
En Argentina, los analistas miran con preocupación lo que ocurre afuera. Si el sacudón se traslada a los mercados emergentes, se teme por una nueva sangría de reservas y más presión sobre el dólar. Todo indica que será una semana caliente. Muy caliente.