Una historia cargada de misterio y dolor finalmente encontró respuesta. El análisis de ADN realizado sobre los restos humanos encontrados en una propiedad del barrio porteño de Coghlan confirmó que pertenecen a Diego, un pibe de tan solo 16 años que estaba desaparecido desde 1984.



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El hallazgo tuvo lugar en una casa lindera al icónico chalet donde alguna vez vivió el músico Gustavo Cerati. Obreros que estaban haciendo trabajos de demolición dieron con una pequeña fosa cavada junto a la medianera. Allí, enterrado a solo 40 centímetros de profundidad, yacía el cuerpo del adolescente que fue visto por última vez el 26 de julio de ese año, cerca de las 14:00 horas.
El pozo donde fue encontrado medía apenas 60 centímetros de ancho por 1,20 metros de largo, una tumba improvisada para esconder una vida truncada.
El rompecabezas del horror
Tras el macabro hallazgo, la Policía de la Ciudad levantó los restos el 20 de mayo pasado, y los entregó al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). En total se recuperaron 151 fragmentos óseos, entre ellos partes de tibia, peroné, mandíbula y varias piezas dentales.

Junto a los huesos también aparecieron objetos personales: una llave, un llavero naranja, restos de un reloj CASIO, un pedazo de tela, una etiqueta de ropa y un dije con inscripciones orientales. Todo formaba parte del misterio.
Finalmente, la clave estuvo en la prueba de ADN. Compararon el material genético con el de la madre de Diego y dio positivo. La noticia trajo algo de alivio, aunque tardío, a una familia que lo buscó por más de cuatro décadas.

¿Quién era Diego?
Diego era un pibe de barrio. Jugaba al fútbol en el club Excursionistas de Belgrano y cursaba la secundaria en la ENET N°36. Desapareció sin dejar rastros en plena democracia naciente, cuando el país todavía trataba de cerrar heridas tras la dictadura.

La casa del misterio
El lugar donde apareció enterrado el joven no es un sitio cualquiera. Allí vivieron personajes conocidos como Gustavo Cerati, entre 2001 y 2003, Hilda Lizarazu, Tito Losavio y la artista Marina Olmi, hermana del actor Boy Olmi, quien incluso llegó a comprar la propiedad.
La vivienda fue en su momento sede de la iglesia Santa María, tenía una pileta, un amplio patio y dos casas: una al frente y otra al fondo. La historia cuenta que fue propiedad de una mujer alemana, Olga Schuddekopf, cuyos descendientes la vendieron tiempo después.
Un cierre parcial
Si bien la identidad de los restos fue confirmada, la gran incógnita aún persiste: ¿qué pasó con Diego? ¿Quién lo mató? ¿Por qué estuvo oculto tantos años tan cerca del corazón de la ciudad? Las respuestas, por ahora, siguen enterradas.
La causa quedó en manos de la Justicia, que continúa trabajando para esclarecer los hechos y dar, por fin, con los responsables de un crimen que marcó a una familia y ahora estremece a todo el país.
