El Gobierno nacional tomó una decisión que reaviva el debate sobre la libertad de prensa y la persecución a los trabajadores del Estado: Kaloian Santos Cabrera, fotoperiodista con 13 años de trayectoria en la Secretaría de Cultura, fue despedido.



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La razón oficial: una “reducción de personal”. Pero la verdadera causa parece estar a la vista de todos: sus imágenes fueron fundamentales para identificar al gendarme que hirió a Pablo Grillo durante la brutal represión contra jubilados.
La imagen que el poder no quería ver
Las fotografías de Santos Cabrera no solo registraron el accionar de las fuerzas federales en esa jornada de violencia, sino que sirvieron como prueba para evidenciar el uso desmedido de la fuerza. En un país donde la memoria de la represión estatal sigue siendo una herida abierta, su trabajo cobró una relevancia incómoda para quienes intentan controlar el relato oficial.
El fotoperiodista había aprobado su examen de idoneidad y tenía confirmación de que su contrato sería renovado hasta diciembre. Sin embargo, en un giro inesperado, su desvinculación fue la única en el área de prensa de Cultura. Según relató, la Directora de Comunicación del organismo, María José Pérez Insúa, le informó que la decisión venía “desde arriba”.

Un mensaje claro: el que incomoda, se va
No es la primera vez que un gobierno decide prescindir de aquellos periodistas que exponen verdades incómodas. Lo que diferencia este caso es la rapidez con la que se produjo el despido tras la publicación de sus fotos. Santos Cabrera, consciente del contexto político, no se sorprendió:
“Sabía que esto podía ocurrir con este gobierno y no me arrepiento. Mi trabajo en el ministerio fue impecable, con un sentido de pertenencia labrado a lo largo de más de una década, sin importar quién fuera el gobierno de turno. De todo eso y de poder mostrar la realidad a través de mi cámara en la calle, me siento profundamente orgulloso”, declaró.

Un despido que no es aislado
Santos Cabrera es solo una de las más de 40.000 personas despedidas en el sector estatal en los últimos meses. Sin embargo, su caso representa algo más que una cifra en un ajuste presupuestario: es un golpe directo al ejercicio del periodismo y un mensaje para aquellos que documentan lo que el poder no quiere mostrar.
En un extenso mensaje en sus redes sociales, el fotoperiodista compartió el correo que recibió la noche del 31 de marzo, en el que se le notificaba su desvinculación de manera fría y burocrática.
Mientras el Gobierno justifica los despidos bajo el argumento de “reducción del gasto público”, la pregunta que queda flotando es: ¿a cuántos otros trabajadores del Estado les llegará el mismo correo por hacer su trabajo con compromiso y veracidad?