Policías enfermos o con familiares a cargo: menos sueldo y más castigo

En un nuevo capítulo de lo absurdo institucional, la Disposición 577/25 de Recursos Humanos de la Jefatura de Policía de Misiones pone en evidencia el castigo económico que reciben los agentes que, lejos de incumplir con su deber, enfrentan situaciones de salud o deben asistir a un familiar enfermo.

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Según esta normativa interna, si un agente presenta un certificado médico —ya sea por una enfermedad propia o por atención familiar, contemplada en el Artículo 22°— no solo ve afectada su salud o la de su entorno, sino también su bolsillo: se le descuentan automáticamente tres ítems clave de su recibo de sueldo. Entre ellos, el código 418 (calificación muy buena, que representa $40.468,86), el 643 (presentismo, $3.000) y el 577 (servicios o recargos, según categoría).

Es decir, estar enfermo o cuidar a un familiar es considerado una falta dentro de esta lógica administrativa, lo que provoca una baja sustancial en los ingresos mensuales de los policías que, paradójicamente, más contención necesitan en ese momento.

La situación se agrava si el personal es sancionado —por cualquier motivo—, ya que automáticamente se le baja la calificación de desempeño. Peor aún, si no concurre a una guardia o recargo, se le descuenta no sólo el presentismo y la calificación, sino también el pago por recargo de servicio.

Por otro lado, el personal que se encuentra cumpliendo tareas adecuadas (es decir, con limitaciones por salud o recuperación) también sufre descuentos: cobra únicamente la calificación “buena” ($13.489,62) y pierde conceptos importantes como los códigos 416 y 417, que alcanzan los $100.349,29 y $25.293,04 respectivamente.

Y para completar el cuadro, si el agente se encuentra en Disponibilidad o Pasiva, directamente no cobra ninguno de esos conceptos, y si esa situación se da por causas judiciales, además se le aplican descuentos adicionales del 25% al 50%.

¿Qué mensaje se está dando?

El trasfondo de esta disposición es alarmante. No sólo se penaliza la enfermedad, sino que también se desalienta el cuidado familiar, afectando directamente a quienes, con uniforme o sin él, atraviesan situaciones delicadas.

Lo que debería ser una institución que respalde a sus trabajadores, se convierte en un sistema que los castiga cuando más necesitan apoyo. La salud, la familia y la dignidad de los policías misioneros parecen ser moneda de cambio para una burocracia que no contempla ni el sentido común ni los derechos laborales básicos.