En un mundo que no para ni para respirar, los trastornos de ansiedad se volvieron moneda corriente y, para muchos, una carga diaria invisible.



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En los últimos años, este mal silencioso dejó de ser una cuestión individual para convertirse en un problema de salud pública a nivel mundial. ¿Cómo reconocerla, cuándo preocuparse y qué se puede hacer para vivir mejor? En esta nota, todo lo que hay que saber.
Un mal que no distingue edades ni fronteras
Los números no mienten. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, durante el primer año de la pandemia de Covid-19 los trastornos de ansiedad aumentaron un 25% en todo el mundo. Ya en 2019, se estimaba que más de 300 millones de personas sufrían algún tipo de ansiedad. Y lo más preocupante: una de cada dos personas desarrollará un trastorno mental antes de los 75 años.
Argentina no es la excepción. De acuerdo al Estudio Epidemiológico de Salud Mental en Población General, realizado junto a la OMS y la UBA, el 16,4% de los argentinos ha sufrido trastornos de ansiedad en algún momento de su vida. Sin embargo, muchos no llegan a recibir diagnóstico ni tratamiento. Solo el 11,6% accedió a tratamiento profesional en el último año.
“La ansiedad no es mala en sí misma”
Así lo explicó la Lic. en Psicología María Lucila León Caeiro (MN 79954), del equipo de DIM Centros de Salud. “Es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones que sentimos amenazantes. Nos mantiene alertas, nos ayudó a sobrevivir como especie. Pero cuando se vuelve frecuente o muy intensa, ahí empieza a ser un problema”, aclaró.
El tema es que cuando no se atiende, la ansiedad puede pasar factura también al cuerpo: afecta al sistema nervioso, cardiovascular, respiratorio, y más. Una alerta que va mucho más allá del miedo o el nerviosismo.
¿Cómo saber si es hora de consultar?
Hay señales que el cuerpo y la mente empiezan a dar. Síntomas físicos como palpitaciones, tensión muscular, temblores, sudoración, sensación de ahogo o mareos, y síntomas emocionales como preocupación constante, miedo a perder el control, pensamientos negativos o dificultad para concentrarse.
“La ansiedad deja de ser normal cuando interfiere con la calidad de vida, cuando impide disfrutar de cosas cotidianas o genera un desgaste emocional constante”, explicó León Caeiro. Dormir mal, vivir en estado de alerta o evitar situaciones por miedo también son señales a tener en cuenta.

¿La ansiedad también se contagia?
No como un virus, claro, pero las redes sociales y el ritmo de vida actual la potencian. “Esa necesidad de parecer, pertenecer, estar siempre conectados y en alerta permanente aumenta los niveles de ansiedad, sobre todo en adolescentes y jóvenes”, advirtió la psicóloga.
¿Qué se puede hacer?
“La psicoterapia es una de las herramientas más efectivas. Sirve para identificar los pensamientos que sostienen el cuadro de ansiedad, trabajar sobre ellos y mejorar la calidad de vida. Cada tratamiento es único y busca mejorar hábitos y rutinas”, detalló la profesional.
Además, hay tres hábitos diarios que marcan la diferencia:
- 🧘♀️ Meditar o practicar técnicas de respiración: ayudan a calmar la mente y bajar el ritmo.
- 🏃♂️ Hacer actividad física diaria: caminar, andar en bici o lo que uno disfrute.
- 🗣️ Tener una red de apoyo y pedir ayuda profesional cuando se necesita.
La ansiedad no es debilidad ni exageración. Es una respuesta humana que, si se desborda, merece ser escuchada y atendida. En tiempos donde todo va rápido, tal vez el verdadero acto de valentía sea frenar, mirar hacia adentro y pedir ayuda.
Si vos o alguien que conocés está atravesando un momento difícil, hablá con un profesional. No estás solo.