Todavía cuesta respirar en Villa Crespo. La tragedia que sacudió al barrio porteño dejó una pregunta resonando en cada rincón: ¿se pudo haber evitado?



4 minutos de lectura

Laura Leguizamón, la mujer que asesinó a sus dos hijos adolescentes y a su esposo antes de quitarse la vida, estaba bajo tratamiento psiquiátrico desde hacía al menos dos meses. El dato, que hasta ahora se manejaba con cautela, tomó fuerza en las últimas horas, y pone el foco sobre el papel que jugó el profesional de la salud mental que la atendía.
Aunque su identidad no fue revelada por razones legales y de confidencialidad, el psiquiatra aparece como una figura central en este rompecabezas trágico. Según confirmó a la agencia Noticias Argentinas la hermana de la víctima, Nora Leguizamón, Laura venía lidiando con un cuadro complejo: «Ella estaba mal, hacía tiempo. Estaba medicada, pero no quería internarse. Y nosotros… tampoco insistimos”.
Dentro de la casa donde ocurrió la masacre, peritos encontraron al menos dos medicamentos de uso psiquiátrico: sertralina Rospaw 50 mg —un antidepresivo que actúa sobre la serotonina— y olanzapina Midax 10 mg, un antipsicótico fuerte que suele indicarse en casos de esquizofrenia, trastorno bipolar o depresiones severas. La combinación sugiere que Leguizamón estaba atravesando un tratamiento activo por un cuadro grave, con posibilidad de brote psicótico incluido.
En paralelo, se intenta reconstruir si el psiquiatra había recomendado una internación que nunca se concretó. «Se está investigando si hubo un consejo profesional firme de internarla, y si esa opción fue rechazada por la familia», deslizaron fuentes del caso. De confirmarse, podría abrirse una línea de responsabilidad profesional en lo que terminó siendo una tragedia.
Mientras la fiscalía avanza con las pericias sobre la historia clínica, dispositivos electrónicos, los cuchillos utilizados y una carta escrita con sangre encontrada en el lugar, la comunidad de Villa Crespo sigue sumida en el desconcierto.
La masacre dejó heridas profundas. Pero también puso en discusión algo más grande: ¿qué tan preparados estamos para detectar y actuar frente a un cuadro psiquiátrico severo dentro de una familia?
Un crimen espeluznante, una mujer al borde, una ayuda que quizás llegó tarde y una internación que nunca fue. Las respuestas, por ahora, son tan escasas como el aire en la casa de la calle Darwin.