Murió Pepe Mujica, el expresidente uruguayo que hizo de la austeridad un emblema

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Este martes se apagó una voz imprescindible de la política latinoamericana. José “Pepe” Mujica, el exmandatario uruguayo y referente de la izquierda regional, falleció a los 89 años, tal como confirmó el presidente Yamandú Orsi en su cuenta oficial de X.

Hacía tiempo venía enfrentando un cuadro de salud complicado a raíz de un cáncer con metástasis hepática, diagnosticado en 2024.

“Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho, viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo”, escribió Orsi, con una imagen de luto que resumía el sentimiento general del Frente Amplio y de buena parte del pueblo uruguayo.

Del calabozo a la Casa de Gobierno

Mujica fue mucho más que un presidente. Fue guerrillero, preso político, senador, ministro, agricultor, filósofo popular. Su vida fue novela y lección. En los años ’60 y ’70 integró el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. En 1971 protagonizó la mítica fuga del penal de Punta Carretas, junto a más de cien presos políticos. Luego fue recapturado y pasó 14 años en condiciones infrahumanas. Aislado, torturado, encerrado en pozos, salió de la cárcel recién con la amnistía de 1985, al regreso de la democracia.

Pese a todo, no cultivó odio. Y eso lo distinguió. En 1995 fue el primer tupamaro electo como legislador. En 2005, Tabaré Vázquez lo nombró ministro de Ganadería. En 2010, ganó la presidencia y condujo los destinos del país hasta 2015.

El presidente más austero del mundo

Durante su mandato, rechazó mudarse a la residencia presidencial. Siguió viviendo en su chacra del Rincón del Cerro, manejando su viejo Volkswagen y donando la mayor parte de su sueldo. No fue una pose: era su forma de vida. Y el mundo lo miró con asombro. Medios internacionales lo bautizaron como “el presidente más pobre del mundo”, aunque él prefería definirse como “un hombre con pocas necesidades”.

Mujica impulsó políticas que marcaron época: la legalización del mercado de marihuana, el matrimonio igualitario, la recepción de refugiados sirios, y una prédica constante en favor de la equidad y la solidaridad. Su oratoria, sencilla pero profunda, emocionaba tanto en Naciones Unidas como en cualquier feria barrial.

Una despedida con dignidad

En abril de 2024, Mujica anunció que tenía un tumor en el esófago y que no pensaba someterse a tratamientos invasivos. “Esta vez me parece que la parca viene con guadaña”, dijo con su humor inconfundible. No dramatizó. Se despidió con la misma entereza con la que vivió. Días atrás, su compañera de vida y lucha, Lucía Topolansky, había explicado que no pudieron votar en las elecciones departamentales por recomendación médica. Este martes, su muerte fue confirmada por Orsi, su heredero político.

“Triunfar en la vida no es ganar, sino levantarse cada vez que uno cae”, repetía Mujica. Su figura, mezcla de rebeldía y sabiduría campesina, quedará grabada como una de las más auténticas y humanas de la historia reciente de América Latina. Se fue un símbolo, pero quedan sus palabras, su ejemplo y su modo terco de creer en un mundo más justo.