Por más premios rimbombantes y discursos libertarios que se pronuncien bajo el techo dorado de Mar-a-Lago, hay una pregunta que sigue flotando en el aire como el ruido de turbina del ARG01: ¿quién garpa estos viajes?



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El presidente Javier Milei volvió el viernes al país luego de participar en la gala “American Patriots” en Florida. Fue a recibir el pomposo premio “León de la Libertad” de parte de una fundación poco conocida (MACA, no confundir con MAGA), y a buscar una foto con Donald Trump que, otra vez, no sucedió. Según la versión oficial, el expresidente norteamericano llegó tarde por una falla técnica en su helicóptero. Milei, en tanto, ya estaba volviendo a casa cuando Trump aterrizaba.
Lo curioso —y molesto para muchos— no es solo que el viaje haya sido a una cena privada sin valor diplomático claro, sino el costo de la movida: unos 90 a 100 mil dólares por tramo en el avión presidencial, más viáticos, estadías, sueldos de tripulación y gastos imprevistos. Todo para no lograr el objetivo principal: la ansiada postal con Trump. La segunda fallida, cabe aclarar.
¿Y si el Presidente hubiese usado un jet privado, como ha hecho antes? Bueno, tampoco sería barato. Las estimaciones privadas marcan cifras que oscilan entre los 130 y los 280 mil dólares, según el tipo de avión y la duración del viaje. Todo esto para actividades que, digamos la verdad, no están enmarcadas dentro de una agenda oficial con relevancia concreta para el país.
Porque, ¿en qué ayuda al pueblo argentino que Milei se saque una foto con Natalia Denegri o reciba un galardón inventado en tierras ajenas por defender ideas de mercado? ¿Qué beneficio concreto, palpable, se traduce en el día a día del argentino que no llega a fin de mes?
En tiempos donde se ajustan partidas para comedores, se recortan fondos a las provincias, se sube el transporte y se promete una motosierra en mano para todo lo que huela a “gasto”, estas giras VIP, con sabor a viaje de egresados ideológico, hacen ruido. Mucho ruido.

Y entonces la pregunta sigue vigente: ¿Quién paga los viajecitos no protocolares del Presidente?
Porque si los paga el Estado, estamos frente a una contradicción brutal con el discurso de austeridad.
Y si los paga un privado, ¿quién y a cambio de qué?
O peor: si los paga Milei de su bolsillo, ¿con qué ingresos?
El Presidente pide sacrificios, habla de “épica”, de “hacer historia” y de que no hay plata.
Pero mientras tanto, los dólares vuelan.
Y no precisamente al valor del mercado oficial.